Ser Zen
Quienes registran con eficacia sus propias sensaciones corporales procesan mejor los conocimientos y toman mejores decisiones. Las evidencias científicas y el aporte del budismo y del mindfulness.
Emilia dice que su novio le “rompió el corazón”. Había depositado en él toda la confianza y así, como si nada, le dijo que no sentía lo mismo por ella. Sin preámbulos, sin demasiada explicación, y le pidió un tiempo. Ahora siente que está desierta y vacía y su pecho anida una inmensa pena.
Durante mucho tiempo se supuso que el corazón era sede de las emociones. De hecho, el propio Aristóteles supuso que la función principal del cerebro era enfriar las pasiones que hacían erupción desde allí, y lo consideraba el asiento del alma.
En la actualidad, las neurociencias nos dicen algo similar pero distinto:el corazón participa en la captación de las emociones y se activa cuando se producen emociones fuertes, pero el inicio de todo está en el cerebro.
Alemania y los infartos
Según mi ex colega de trabajo Luciano Sposato, especialista en accidentes cerebrovasculares y residente en Canadá en la actualidad, en el mundial de Alemania aumentaron significativamente los infartos en la ciudad de Munich el día que la selección de ese país jugaba. El peor día fue el del partido con Argentina.
La realidad nos dice que cuando nuestro cerebro envía señales de amenaza las captan distintas zonas, y el corazón es una de ellas. La señal es rápida y precisa. La taquicardia es un síntoma común en estos casos de estrés.
Ahora bien, una teoría actual que la neurociencia esboza y se viene fortaleciendo en los últimos años nos indica que cada persona tiene una percepción de sus propias sensaciones corporales y quequienes son efectivos en reconocerlas procesan mejor la cognición y el afecto. Muchos pacientes cardíacos fallan en sentir la alteración del funcionamiento de sus corazones y no pueden detectar el impacto que allí se produce.
Hace unos años, el Medical Research Council Cognition and Brain Sciences Unit, de Cambridge, demostró que mientras más capacidad de reconocimiento de sus latidos tenían los participantes de la investigación, mejor podían comprender la intensidad de sus emociones y sus reacciones. Es decir, quienes eran concientes de su corazón podían regular mejor sus emociones.
En otra etapa del mismo estudio se les pidió a los participantes que tomaran ciertas decisiones en un juego, y se demostró que las sensaciones anticipatorias del corazón favorecían las elecciones afortunadas. Es decir, el corazón intuitivamente anticipaba las respuestas correctas. En tal sentido, un mecanismo silencioso y oculto del cerebro parece activar estas sensaciones y ayudarnos a decidir bien
El hombre de 2 corazones
El jefe del laboratorio de Ineco e investigador de la Universidad de Favaloro, Dr. Agustín Ibáñez, ha dedicado mucho esfuerzo para observar el papel del corazón en la cognición.
Uno de sus estudios pedía primero a los sujetos que contaran sus latidos basados únicamente en lo que sentían dentro de su pecho; no se les permitió poner la mano sobre su corazón o tomarse el pulso.
Alrededor de una de cada cuatro personas perdió el conteo en un 50%, lo que sugiere que tenían poca o ninguna percepción de los movimientos dentro de ellos; sólo una cuarta parte obtuvo el 80% de precisión. Después de probar su conciencia cardíaca, los investigadores dieron a los voluntarios varias pruebas cognitivas.
Las personas con más conciencia corporal tienden a tener reacciones más intensas a imágenes emotivas. También son mejores a la hora describir sus sentimientos.
En otras palabras, las personas que están en sintonía con sus cuerpos tienen una vida más emocional y rica, incluyendo los altibajos de la vida.
Estas señales corporales secretas también pueden estar detrás de nuestra intuición.
El caso de una persona con un corazón artificial fue un desafío muy interesante para el Dr. Ibáñez. Si el paciente experimentaba cambios sustanciales, ofrecería nuevas evidencias que indicarían que nuestra mente se extiende mucho más allá del cerebro.
Y eso es exactamente lo que encontró. Cuando el hombre se tomó el pulso, por ejemplo, siguió los ritmos de la máquina en lugar de los de su propio corazón.
Pero lo más importante es que también parecía tener fuertemente alteradas ciertas habilidades sociales y emocionales.
Carecía de empatía cuando vio imágenes de personas sufriendo un accidente, por ejemplo.
También tuvo problemas más generales con su habilidad para entender los motivos de otros, y, sobre todo, la toma de decisiones de forma intuitiva, todo lo cual está en línea con la idea de que el cuerpo gobierna la cognición emocional.
Meditar para entender nuestro corazón
Por lo tanto la propuesta es aprender a sentir nuestras sensaciones, entre ellas las de nuestro corazón.
Para ello la práctica meditativa ha demostrado ser efectiva. Algunos estudios nos dicen que el mindfulness permite al practicante estar en contacto profundo con sus sensaciones, y así comprenderse y comprender mejor a los otros.
Una práctica del mindfulness llamada Vipasanna, la enseñada por el Buda originariamente, recuesta su sabiduría en el reconocimiento de las sensaciones físicas. Así, zona por zona, el meditador aprende a sentir sus sensaciones groseras y sutiles, y a darse cuenta cómo reacciona a ellas.
La sabiduría proviene de detectar estas sutiles señales del cuerpo y aprender a encontrar la Ecuanimidad, el equilibrio perfecto dentro del continuo cambio de las sensaciones.
Así vemos cómo la sabiduría de la meditación anticipó y por mucho a la comprensión teórica de la ciencia sobre cómo funciona nuestro cuerpo en relación a la cognición y el afecto.
Te dejo una charla TedX de mi amigo Luciano Sposato sobre esta relación Corazón-Cerebro.
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