En la literatura científica se utiliza la expresión "falsos delgados" (skinny fat, en inglés) y el acrónimo "TOFI" (Thin Outsider, Fat Inside; en español, "delgado por fuera, gordo por dentro"), que acuñó en 2007 Jimmy Bell, profesor de imagen molecular en el Imperial College de Londres. El profesor y su equipo analizaron a 800 personas con máquinas de resonancia magnética para crear mapas que mostraran dónde acumulaban la grasa. De las mujeres escaneadas por Bell y sus colegas, el 45% registraba un índice de masa corporal normal, pero el mapa revelaba niveles excesivos de grasa interna. Entre los hombres, el porcentaje fue casi del 60%. Por ello, Bell concluyó que ser delgado no significa automáticamente no tener exceso de grasa. La grasa interna que rodea órganos vitales podría ser tan peligrosa como la grasa externa
La importancia de este descubrimiento se plasma en una teoría. La grasa interna que rodea órganos vitales como el corazón, el hígado o el páncreas, invisible a simple vista, podría ser tan peligrosa como la grasa externa más evidente que se acumula debajo de la piel. Un pasó más que avanzó el equipo financiado por el Britain's Medical Research Council es que las personas que mantienen su peso a través de dieta en lugar de hacerlo mediante el ejercicio es probable que tengan mayores depósitos de grasa interna, incluso si son delgadas. Además, los médicos temen que las personas delgadas puedan asumir falsamente que están sanas porque no tienen sobrepeso.
Grasa interna, grasa externa y desarrollo muscular
Seis años más tarde de la investigación de Bell, el doctor Steve Blair desarrolló esa idea y agregó un nuevo dato: las personas de fisionomías más generosas tienen donde albergar el excedente, pero en el caso de las anatomías más escuetas, este va a parar a los órganos o arterias. Esto se traduce en que los obesos en buena forma física podrían estar más sanos que los delgados en mala forma. La clave reside en el mapa de grasa del informe Bell, al que Blair añade una nueva variante que confirma la necesidad de cuestionar las apariencias. A la grasa externa y a la grasa interna se le suma el desarrollo muscular. Es decir, aunque el nivel de grasa sea equilibrado y el IMC aceptable, una carencia de desarrollo muscular puede ser también peligrosa.
Los médicos no están seguros acerca de los peligros exactos de la grasa interna, pero algunos sospechan que contribuye al riesgo de enfermedades del corazón y diabetes, y cada vez es más evidente que está detrás del síndrome metabólico. Las teorías sugieren que la grasa interna altera los sistemas de comunicación del cuerpo. La grasa que envuelve los órganos internos podría enviar señales químicas erróneas para almacenar grasa en el hígado o en el páncreas. En última instancia, podría dar lugar a resistencia a la insulina y a potenciar diabetes tipo 2 o enfermedades del corazón.
Blair apunta que, al menos como prevención, se potencie la actividad física. Tiene muy presente lo que Bell sostuvo: los luchadores de Sumo tienen un mejor perfil metabólico que personas mucho más delgadas, pero sedentarias, porque la grasa de los deportistas se almacena principalmente debajo de la piel y no se adhiere a sus órganos ni a sus músculos vitales. De hecho, los expertos no dudan de que las personas activas con sobrepeso tienen mejor salud y menos riesgos que las personas flacas sedentarias.
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